Cómo las olas de calor están reduciendo la productividad laboral en América Latina

Las altas temperaturas amenazan sectores clave como agricultura y construcción en países latinoamericanos.

 

Trabajadores expuestos al calor en construcción durante ola extrema en América Latina

CIUDAD DE MÉXICO, México — Las olas de calor extremo están provocando un descenso significativo en la productividad laboral en América Latina, especialmente en trabajos al aire libre y no regulados, según datos recientes de organismos internacionales.

 

El cambio climático está modificando radicalmente las condiciones de trabajo en América Latina. Las olas de calor se han intensificado, provocando pérdidas económicas y de rendimiento laboral, sobre todo en sectores vulnerables como la agricultura, la construcción y el comercio informal.

 

Durante los últimos cinco años, países como México, Brasil y Colombia han registrado aumentos de temperatura que superan los 40 °C en temporadas prolongadas. Este calor no solo afecta la salud de los trabajadores, sino que también reduce la capacidad de concentración, la resistencia física y la seguridad operativa en jornadas expuestas al sol.

 

La Organización Internacional del Trabajo ha señalado que, en promedio, los países latinoamericanos están perdiendo alrededor del 5% de sus horas laborales anuales debido al estrés térmico. Esta cifra equivale a millones de dólares en productividad perdida, una amenaza directa para economías ya afectadas por desigualdad y falta de infraestructura laboral formal.

 

Las horas más peligrosas para trabajar al aire libre se concentran entre las 11 de la mañana y las 4 de la tarde. En muchas zonas rurales y urbanas de América Latina, sin embargo, las labores continúan sin ajustes, debido a la falta de regulación o alternativas tecnológicas para adaptar los ritmos laborales al clima.

 

En zonas agrícolas de Perú y Bolivia, los trabajadores deben reducir sus horas de cosecha para evitar golpes de calor. En las periferias urbanas de Argentina y Chile, el trabajo informal al aire libre sigue en aumento, sin protección ni legislación suficiente para frenar los riesgos térmicos.

 

La situación es aún más compleja en contextos de pobreza, donde las personas dependen de ingresos diarios y no pueden permitirse reducir su jornada. Esto genera un ciclo de sobreexposición y agotamiento físico que afecta la salud a largo plazo y el bienestar colectivo.

 

El impacto del calor no solo es físico. El rendimiento cognitivo también sufre. Estudios del Climate Impact Lab demuestran que a temperaturas superiores a 35 °C, la toma de decisiones y la productividad intelectual disminuyen notablemente, incluso en ambientes interiores sin climatización adecuada.

 

Algunos países han comenzado a implementar medidas, como horarios laborales escalonados, acceso a estaciones de hidratación o programas de “pausa por calor”. Sin embargo, estas soluciones aún no están generalizadas ni obligatorias en la mayoría de las regiones.

 

El Banco Mundial advierte que para 2030 podrían perderse hasta 2.5 millones de empleos a tiempo completo por los efectos del calor. Esto afectaría principalmente a jóvenes y mujeres, quienes están sobrerrepresentados en los sectores más vulnerables.

 

En Brasil, una empresa de construcción civil implementó sensores de calor en cascos de seguridad para medir el impacto térmico y pausar actividades según condiciones extremas. Esta iniciativa ha sido replicada en otras zonas del país con buenos resultados en salud ocupacional.

 

A pesar de algunos avances tecnológicos, la informalidad sigue siendo el talón de Aquiles del trabajo en América Latina. Más del 50% de los empleos no están formalizados, lo que limita la capacidad de implementar políticas públicas de adaptación climática en el ámbito laboral.

 

Los gobiernos locales están llamados a actuar. Campañas de concientización, legislación de protección térmica y planes de contingencia podrían evitar pérdidas humanas y económicas más graves en los próximos años.

 

También es urgente invertir en espacios de trabajo resilientes al calor: sombra natural, infraestructura ventilada y acceso a agua son elementos mínimos para proteger la salud de millones de trabajadores.

 

Con la previsión de veranos más calurosos cada año, el trabajo al aire libre está entrando en una fase de riesgo permanente que exige respuestas rápidas, inclusivas y con enfoque en derechos laborales

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